Maestros del metal: brillo & pátina

Setdart licitará un interesante conjunto de bronces franceses y belgas del siglo XIX y XX, inmejorable oportunidad para incluir a algunos maestros de esta aleación en nuestras colecciones

Deudor de la escultura monumental, el bronce ha gozado de la atención de las grandes cortes europeas desde el siglo XVI, haciéndose un hueco en las colecciones más relevantes del viejo continente. Ha jugado un papel clave en las relaciones diplomáticas entre las diferentes monarquías, adecuándose como regalos, por ejemplo, en agradecimiento por la obtención de favores o, al contrario, con la voluntad de obtenerlos. Su reducido tamaño no ha sido sino una ventaja para artífices y coleccionistas, pues requieren de menor cantidad de metal y su ligereza facilita el transporte, características que han impulsado su difusión.

El bronce de pequeño tamaño fue, desde su nacimiento, concebido como objeto de colección, destinado a engalanar las wunderkammer o cámaras de maravillas de la alta nobleza, pues reproducían la estatuaria clásica recientemente descubierta en la Italia del Quattrocento. Fue tal su éxito que los broncistas se vieron obligados a ingeniárselas para conservar el modelo original y poder vaciar más de un ejemplar.

La transformación de la industria del bronce llegaría, sin embargo, ya en el primer tercio del siglo XIX en Francia, de la mano de Achille Collas, quien patentaría una máquina capaz de reproducir esculturas a menor escala, la réduction méchanique, y de las propias casas de fundición, que permitirían a los artistas una propagación masiva de sus piezas. Ejemplos de esto los encontramos en las piezas licitadas de los belgas Léandre Grandmoulin y Albert Hambresin, cuyas firmas están acompañadas por la rúbrica de la Fonderie Nationale Des Bronzes y de la Compagnie des Bronzes de Bruxelles, respectivamente.

De todos los artistas que se lanzaron a trabajar el bronce en la Francia decimonónica, gracias a las posibilidades que ofrecía, fue protagonista Auguste Rodin, el cual hizo de este brillante metal su seña de identidad. Las piezas del parisino, cuando son de gran formato, pueden alcanzar cifras millonarias en subasta, lo que habla de la alta estima en que el mercado tiene al escultor, siendo números más modestos, aunque nada desdeñables, los de sus piezas de pequeño formato. Por poner un ejemplo, la misma pieza que podemos ver en Setdart, el busto de Suzon, con las mismas marcas de fundición, salió en Christie’s París, con una estimación idéntica, y acabó por rematarse en 30.000 euros. Además, es posible encontrarla en diferentes museos, como el Musée Rodin o el Brooklyn Museum.

El bronce en pequeño formato ha sido y sigue siendo una apuesta segura para los coleccionistas, siendo piezas nacidas para los amantes del arte, aunando la expresividad de la escultura y el virtuosismo de la miniatura.

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