Aline Masson posó para Raimundo Madrazo en numerosas ocasiones, y en todas ellas el artista se explaya en la captación sensual de la belleza, el desenfado y la vitalidad juvenil.
Sería su modelo preferida, desde que la descubriera casualmente cuando vivía en París. Era hija del conserje del palacio del marqués de Casa Riera, siendo éste un lugar de encuentro para los artistas españoles que vivían en la capital francesa. Madrazo residía a pocas calles del palacio, y durante dos décadas no dejaría de retratar a Aline en infinidad de posturas y actitudes, en espacios domésticos y jardines, aseándose, leyendo o simplemente sonriendo con expresión pizpireta. Madrazo la convertiría en el rostro femenino más anhelado y emblemático de la elegancia parisina, así como en referente femenino para los artistas coetáneos.
Cabe comparar esta pintura que ahora Setdart pone en subasta con el retrato de Aline conservado en el Museo del Prado, que Madrazo pintó en la misma época, hacia 1876. En ambos casos, el retrato de medio cuerpo se caracteriza por el contraste entre el vestuario resuelto al modo abocetado y el dibujo preciso del rostro, de manera que la tersura de la piel, los ojos color miel, los dientecillos asomando entre los labios perfilados…, quedan perfectamente descritos. Aunque también el vestuario, con toques impresionistas, transmiten con maestría las distintas sensaciones táctiles, conformando en conjunto una pintura de excepcional verismo. El refinamiento de los retratos que Madrazo hizo a Aline, encarnando una despreocupada joie de vivre, tuvieron un mercado incondicional entre la alta burguesía parisina de las postrimerías del siglo XIX.
La proximidad entre el pintor y la modelo otorga al cuadro un carácter natural y cercano, que marca la diferencia respecto del retrato de encargo burgués donde el artista a menudo se sentía algo encorsetado al tener que centrarse en resaltar la posición social, además de tener que responder a las maneras galantes amaneradas que reclamaban los clientes en aquella época. En el caso del retrato de Aline queda patente la libertad que se concede Madrazo, hasta el punto que podemos hablar más de divertimento íntimo que de obra impersonal con fines exclusivamente comerciales.