El valor emocional y simbólico que se asocia desde hace décadas a los diamantes se debe a una eficaz estrategia de negocio y, especialmente, a una excelente campaña de marketing sostenida a lo largo del tiempo que ha conseguido asentar la idea de que esta piedra es una declaración de amor y compromiso.
Hasta finales del siglo XIX los diamantes solo se podían encontrar en lugares remotos, como la India y Brasil, y la producción era muy reducida. Pero hacia 1870 se empezaron a explotar minas de diamantes en Sudáfrica, disparándose el flujo de estos minerales en el mercado y desplomándose su precio. Las empresas productoras de diamantes deciden unirse para crear un monopolio y controlar su precio. Así fue como nació De Beers Consolidated Mines.
La compañía no solo tomó el control de la oferta y la demanda del producto, actuando de manera similar al oro y otros metales preciosos, sino que consiguió convertir los diamantes en la mayor demostración de amor.
Lanzó su famosa campaña publicitaria con el eslogan “Un diamante es para siempre” (“A Diamond is Forever”) en la década de 1940, el cual fue considerado el mejor lema publicitario del siglo XX. Promovía la idea de que un diamante era un símbolo eterno del amor, y que era la elección perfecta para una sortija de compromiso. Cuanto más grande y de mejor calidad, mayor era la muestra de amor.
La estrategia de De Beers fue tan sólida que, incluso ahora que la compañía no tiene el monopolio del mercado, sus competidores siguen la estela de su campaña de marketing.
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