Mariano Fortuny: el esplendor de las técnicas de dibujo

Muy a menudo cometemos el error de ensalzar la pintura en detrimento de otras técnicas que como el dibujo han tenido y tienen una vital importancia en el desarrollo y devenir de la historia del arte.

Como una de las formas de expresión más antiguas que conocemos, el dibujo ha acompañado al hombre desde sus orígenes, impulsado por su necesidad de expresar y dejar testimonio de sus ideas, emociones y experiencias. De hecho, si pensamos en la formación académica de un artista, veremos como el dibujo ha constituido una etapa fundamental en el aprendizaje y desarrollo de las capacidades artísticas siendo muy a menudo el primer medio que todo artista que se precie debe dominar.

Pese a ser una de las técnicas artísticas con más tradición dentro de la historia de arte, no fue hasta finales del siglo XIX  que fue reconocida como una forma de expresión artística de pleno derecho. Hasta entonces, estuvo relegado a un segundo plano en relación con la pintura y considerado como una simple herramienta del artista en el proceso de creación de la verdadera obra de arte.

Dentro del ámbito español, fueron muchos los artistas que ya fuera con el carboncillo el pastel o la acuarela llevaron la técnica del dibujo a su máximo esplendor. Entre ellos, la figura de Mariano Fortuny desempeño un papel estelar en la cultura artística internacional de su tiempo despertando en el arte de nuestro país un verdadero afán de emulación de todo aquello que había dado fama al maestro catalán hasta el punto de convertirse en el catalizador que llevó la técnica de la acuarela a su periodo más álgido.

Mariano Fortuny

De hecho, fue gracias al prodigio técnico de Fortuny que, como dijera Théophile Gautier, la acuarela se equiparó, en calidad de la técnica, al óleo. Las palabras de Gautier reflejan en sí mismas el modo en el que Fortuny concibió las técnicas de dibujo, empleándolas no solo para captar sus impresiones sino para desarrollar en ellas obras plenamente autónomas de las que se desprende una clara intención pictórica.

Con la misma excelencia y virtuosismo que caracterizaron sus mejores obras al óleo, Fortuny encontró en la acuarela una fuente creadora inagotable que desarrolló libre e independientemente.   De su extraordinaria faceta como acuarelista podemos extraer la incesante búsqueda de una belleza que, lejos de ceñirse a la estricta realidad, encontró a través de la imaginación y del despliegue de recursos técnicos que no hacen más que enfatizar el gusto exquisito del artista, tanto para la confección de la escena como para el tratamiento de los personajes, objetos y cualidades.

Ejemplo de ello son la pareja de acuarelas en licitación cuyo absoluto dominio técnico explican el reconocimiento sin parangón que alcanzó.

El tratamiento individual de personajes, tipos u objetos que como esta campesina formaban parte de la ambientación de una escena de género, será un recurso frecuente durante su segunda estancia en Roma. Sin embargo, lejos de representar un estudio preparatorio o parcial de una composición posterior, el retrato que como indica el certificado adjunto podría corresponder al de la modelo Ersilieta di Anticoli, reúne todas y cada una de las premisas de sus  obra independientes: con un dominio virtuoso del dibujo y haciendo gala del preciosismo y minuciosidad que le caracterizaron, Fortuny capta las sutiles calidades del traje y el tocado, así como la expresividad del rostro femenino  cuyos rasgos suaves y de cierta melancolía contrastan con el carácter folclórico del vestuario.

Por otro lado “El almuerzo del borriquillo” ejemplifica la capacidad única de Fortuny a la hora de sintetizar los elementos de la escena costumbrista, extrayendo lo esencial gracias a una factura rauda y ágil con la que eleva a un estatus atemporal cualquier situación cotidiana hasta capturar la belleza que se esconde tras ellas.

Gracias a esta producción de carácter anecdótico donde ya se presagian sus célebres cuadros de casacón, Fortuny cosechó un éxito sin precedentes, no solo entre los artistas que le siguieron, sino también entre los coleccionistas y marchantes más prestigiosos del momento. Su interés por la observación detenida y el extremado refinamiento de sus creaciones, pronto lo consolidaron como artista de fama internacional, llegando a originar el termino conocido como “fortunyismo”, para definir el estilo que desarrollaron varias generaciones de artistas imbuidos en el irrefrenable espíritu creativo e innovador del pintor.

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