Pocos fotógrafos ha habido durante el siglo XX tan determinantes como el estadunidense Richard Avedon, quien no solo revolucionó el mundo de la moda creando una estética nueva, sino que también se convirtió en uno de los retratistas más prestigiosos de la historia de la fotografía. Tanto en su faceta como fotógrafo de moda como en la de retratista, Avedon logró romper con ciertos mitos o estandartes preestablecidos, liberando a sus protagonistas de la rigidez y distancia que hasta el momento se había proyectado sobre todo desde el mundo de la moda.
En este sentido, la fotografía en licitación resulta completamente esclarecedora respecto al trabajo de este aclamado fotógrafo. En ella, Avedon une sus dotes como retratista con su visión respecto al mundo de la moda, capturando con su objetivo a la que fuera uno de los primeros iconos del modelaje dentro de la industria: Dorian Leigh. De hecho, la relación laboral entre ambos sería una de las más fructíferas de la industria, formando uno de los tándems más icónicos e influyentes de la historia reciente.
«A menudo siento que la gente viene a mí para ser fotografiada como irían a un médico o a una adivina; para averiguar cómo son. Para mí, las fotografías tienen una realidad que la gente no tiene. Es a través de las fotografías como conozco a las personas». Richard Avedon.
La instantánea forma parte del porfolio compuesto por once imágenes que Avedon tomó en Paris entre 1947 y 1957 para la mítica harper’s bazaar, revista con la que mantuvo una intensa y productiva colaboración hasta llegar a convertirse en uno de los principales fotógrafos de la publicación. Este trabajo perteneciente a una etapa inicial de su carrera en la que se dedicó casi exclusivamente a la fotografía de moda, representa un ejemplo brillante de la reinterpretación y reconceptualización que ejecutó para elevar esta disciplina a la categoría de las bellas artes durante el siglo XX.
El porfolio al completo, que posteriormente formó parte de la exposición retrospectiva celebrada en 1978 en el museo de arte metropolitano de Nueva York, trajo consigo un soplo de aire fresco a la revista gracias en parte a la huella imperecedera que dejaron las vanguardias parisinas en el mundo artístico. Influido por la estética clásicamente francesa, Avedon inmortalizó en ellas a las modelos mas en boga de la década de los 40 y 50, las mismas que acabarían por convertirse en verdaderas musas de su trabajo.
El sello personal e intransferible que Avedon aportó al mundo de la fotografía transluce en este retrato de Leight en el que, de modo aparentemente sencillo logra capturar e inmortalizar la esencia de la protagonista, cuyo retrato, lejos de adoptar el aire estatuario que hasta el momento había imperado, condensa el carácter libre, espontaneo y en cierto modo juguetón y rebelde que caracterizó el espíritu de la época. Dándoles un entorno con el que interaccionar y hacerlo suyo, Avedon llenó de vida a sus retratadas quienes, sin perder ni un ápice de su glamour, cobraron una apariencia mucho más humana y cercana que cautivó al público.
La forma en la que Avedon cambió para siempre la fotografía alcanza un impacto que llega mucha más allá de las propias fronteras de la práctica, tal y como podemos susbtraer del obturario que tras su muerte el 1 de octubre de 2004 publicó el New York Times, reconociéndolo como el fotógrafo que ayudó a definir durante el último medio siglo, la imagen de belleza, elegancia y cultura»