Ushebtis, arte y vida eterna


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La primera impresión de Howard Carter al observar por un agujero el contenido de la tumba de Tutankamón fue exclamar: “Veo cosas maravillosas”. El ajuar funerario del Rey Niño es un tesoro en sí mismo tanto por su valor histórico como por los preciosos materiales con los que está creado. Sin embargo, no todas las tumbas egipcias estaban provistas de estos lujos.

Fotografía de Howard Carter

Los rituales funerarios se asemejaron durante la larga historia de Egipto y las distintas clases sociales centraron sus posibilidades económicas en garantizarse un futuro adecuado en la otra vida. Uno de esos elementos más comunes usados para los rituales fueron unas pequeñas esculturas de barro, piedra o fayenza denominadas ‘Ushebti’.

Su apariencia recuerda a las de las propias momias, siendo una representación del difunto donde es plasmado con un sudario y manteniendo la postura del Dios de la Resurrección, Osiris. A diferencia de las presentaciones del Dios, estas pequeñas esculturas llevan inscritos los nombres de sus propietarios y portan como atributo principal la azada en vez del látigo y el cetro como los faraones.

Las almas que superaban el juicio ante Osiris eran conducidas hasta el “Aaru” o “el Reino del Dios”, que representaba el paraíso en el más allá. Para la cultura egipcia este lugar era una versión idealizada de su propia nación. La etimología del nombre lo define como “el campo de juntos” y es, a su vez, descrito como un espacio similar al delta de Egipto donde las ramificaciones del Nilo bañan la tierra y la convierten en un lugar verde y fértil. Allí, los resucitados deberían servir como trabajadores. Los Ushebtis cobrarían vida haciendo esas funciones por sus amos y, así, los librarían de la tarea. “Los que responden” saldrían al alba a regar y arar las tierras divinas mientras los resucitados vivirían plácidamente para toda la eternidad.

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El gran número de Ushebti que acompañaban a las momias responden a la tarea diaria que les correspondía. En muchos casos encontramos ajuares con tantas figuras como días tiene el año. Las estatuillas representan un testimonio importante ya que cuentan de forma resumida algunos aspectos importantes de sus propietarios.

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La figura de un príncipe de Egipto se distingue por la trenza que llevaban los hijos de los faraones siendo uno en concreto uno de los principales del gran Ramsés II. Khaemwaset hijo del faraón y su segunda Gran esposa real llegó a ser sumo sacerdote de Phat en Menfis y príncipe heredero. Estos títulos demuestran que fue una de las figuras más importantes durante el reinado de su padre que es sin lugar a duda una de las épocas más prosperas y brillantes del antiguo Egipto. Fue enterrado en la ancestral necrópolis de Sacqara cerca de Menfis, en su ajuar se encontraría esta figura.

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Este es otro sumo sacerdote de Amón que desempeñó su cargo entre los faraones Ramsés IV y Ramsés IX. Recordemos que, durante el Reino Nuevo, los sacerdotes de Amón fueron uno de los agentes más poderosos, llegando en muchos casos a ostentar mayor poder que el Faraón y a condicionar en gran medida el destino del reino.

Los nombres de los difuntos no sólo tenían un signo de pertenencia, sino que eran un vínculo entre ambos mundos, un rasgo fundamental para proseguir el viaje a la eternidad. Cada coleccionista que atesora un Ushebti rescata del pasado una vida de hace más de cuatro mil años cuyo recuerdo y eco sigue vivo en nuestros días.

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